February 8, 2022
Cuando la gente cuenta historias de los legendarios compañeros del Rey Sagrado, quizá el primer miembro de su círculo íntimo que se viene a la mente es el Gran Archimago Micah, que creó los legendarios encantamientos de su tumba sagrada, o quizá el ahora maldito dragón negro Agulis, que vuela en lo alto del cielo. Pocos plebeyos conocerán a su otro ayudante de confianza, Abaddon, que habita en la oscuridad, una figura aterradora que blande una guadaña de la muerte y que a menudo infunde miedo en los corazones de los enemigos del Rey.
Si podemos decir que el Rey Sagrado trajo la Verdadera Luz a Lasir, entonces Abaddon hizo lo mismo desde las sombras, eliminando a los enemigos de Carlos y despejando los obstáculos para que su objetivo principal pudiera cumplirse. Como dijo el propio Abaddon, se movió entre la gente como un segador durante aquellos emocionantes días cuando Carlos comenzaba a fundar su reino, haciendo posibles los planes de Carlos gracias al terror que inspiraba. La propia identidad y el pasado de Abaddon también se han ocultado en la oscuridad, tras la armadura negra y la horripilante máscara con la que protege su rostro o el arma que elige para el en combate.
Quizá solo aquellos que han probado el verdadero terror del Señor Oscuro pueden apreciar los extremos a los que Carlos sintió que tenía que llegar para proteger a la gente de esta amenaza apocalíptica y del fin del mundo, sin importar el costo humano. Los tiempos eran ciertamente diferentes entonces. La Oscuridad corría desenfrenada por Aurelica, convirtiendo a los hombres en bestias con la fuerza imparable de un maremoto. Abaddon, un piadoso sacerdote al servicio de la Diosa, se había refugiado con algunos de los suyos en su capilla y, mientras rezaba pidiendo protección, se encontró cara a cara con el poder de los siervos de la Oscuridad, que comenzaron a masacrar a sus compañeros. Luchó valientemente con su leal grupo de clérigos, y casi había caído cuando llegaron Carlos y sus disciplinados soldados.
Las oraciones de Abaddón habían sido respondidas de forma milagrosa, y a partir de ese momento empezó a ver a Carlos como una especie de Hijo de la Luz sostenido en alto por la Diosa. Tan grande era la devoción de Abaddon por la Diosa y su “Ungido” que su fe se mantuvo incluso a lo largo de los actos menos nobles que el Rey Sagrado llevó a cabo en defensa de su Reino. El asesinato, la ejecución y el chantaje se consideraban necesarios para mantener el deteriorado orden civil y social. Abaddon sirvió sin quejarse como uno de los hombres más confiables de Carlos detrás de las sombras, un hombre de fe para un Rey Sagrado que no tenía nada de ella, como Carlos decía a menudo: “Puede que la Diosa no nos salve. Tenemos que confiar en nosotros mismos, y ese es exactamente el reino que voy a construir para ellos”. La creciente crueldad de Carlos como rey se encontró con la oscura presencia de Abaddon detrás del telón “por un bien común”.